Sobre los Alimentos de Origen Animal
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SOBRE LOS ALIMENTOS DE ORIGEN ANIMAL
Desde los tiempos antiguos se ha dividido el origen de los
alimentos en vegetal y animal, pero desde hace ya unos años se han añadido nuevos
reinos al añadir a los hongos y a las algas, que antes se incluían en el reino
vegetal. Pero no se ha cambiado nada en el grupo de alimentos de origen animal.
Se puede decir que un animal es un ser vivo que se puede trasladar
de un sitio a otro por su propia voluntad, por lo que pueden vivir, crecer,
nutrirse y reproducirse en un lugar diferente del que nacen.
Habitualmente, tienen la capacidad de responder a los estímulos externos y de reaccionar
de diferentes maneras a ellos. Para poder hacerlo, disponen de un sistema
de movilidad más o menos complejo y un sistema digestivo que les permite absorber
los alimentos que ingieren. Este sistema digestivo actuaría como lo hacen las
raíces de las plantas, ya que les ayuda a absorber los nutrientes que hay en su
interior.
Los animales dependen de la
existencia de los alimentos de origen vegetal para poder vivir, ya que los animales herbívoros
los consumen habitualmente y de ahí sacan los nutrientes y la energía para
poder vivir y formar sus tejidos, y los animales carnívoros se comen a los
animales herbívoros que han sacado a su vez los nutrientes de los alimentos
vegetales. Así que todos los alimentos de origen animal provienen de los de
origen vegetal.
Fig.1: Alimentos de origen animal.
La característica principal de un alimento de origen animal es que sus células están rodeadas de una membrana maleable, una estructura compleja formada principalmente por proteínas, grasas saturadas como el colesterol e hidratos de carbono. Estas células son más complejas que las vegetales y tienen muchas organelas para realizar los complejos procesos metabólicos que ocurren en su interior. Las más evolucionadas han hecho una asociación con una bacteria que se ha alojado en su interior: son las mitocondrias, que aportan la energía necesaria a la célula para poder sobrevivir.
Los alimentos de origen animal provienen de los propios tejidos de los animales, de los que producen o de los que transforman a partir de otras materias primas. Dentro de los alimentos de origen animal, están los que provienen de los vertebrados, es decir, pescados, anfibios, reptiles, aves y mamíferos. Pero también los que provienen de los animales invertebrados como los mariscos, los moluscos, otros animales que provienen del mar, crustáceos, insectos y gusanos.
En el grupo de los alimentos que producen los animales están los huevos y los productos lácteos y dentro de los alimentos que transforman los animales tenemos la miel, que las abejas fabrican a partir del néctar de las flores.
Los alimentos de origen animal que más suelen consumir los humanos son las carnes de vaca, oveja, cabra, caballo o cerdo, la carne de las aves como el pollo, el pato, el pavo o el ganso, los pescados y los mariscos. Y entre los que producen los animales están los lácteos, como la leche, el queso, el yogur o la mantequilla, los huevos de las aves y la miel, aunque según la zona geográfica del mundo se suelen consumir los animales que viven en la zona.
Fig.2: Origen de los alimentos de animales.
Actualmente se suelen consumir
los músculos de los animales vertebrados y en bastante menor proporción se
consumen los órganos o las vísceras. De los animales invertebrados se suele
consumir también su parte muscular o el animal entero. En los lugares donde los
animales escasean se suele consumir todo lo que sea nutritivo del animal.
Los alimentos de origen animal
suelen aportar cantidades importantes de proteínas, de grasas saturadas y
algunas vitaminas, como las que se disuelven en la grasa y algunos minerales. El
problema es que estas proteínas de origen animal, aunque pueden contener todos
los aminoácidos esenciales, suelen ser muy grandes y son bastante difícil digerir para un ser humano.
Las grasas que contienen suelen ser saturadas, lo que hace que sea también muy
difícil digerirlas y pueden acumularse en algunas zonas del cuerpo como en las
arterias o en el tejido graso.
También pueden aportar hidratos
de carbono como el glucógeno y vitaminas del grupo de las liposolubles como la A,
la B12, la D, la K y el ácido fólico. También puede aportar ciertos minerales
que contienen los tejidos que se consumen, como el hierro o el yodo.
Los productos de origen animal
se suelen consumir cocinados, tanto hervidos como asados, a la plancha o fritos,
aunque alguno de ellos se suelen consumir crudos, como el pescado o el marisco,
aunque ésta es una práctica de riesgo por la posibilidad de la presencia de
parásitos o bacterias en estos alimentos. Los productos lácteos se pueden
consumir crudos, pasteurizados o esterilizados. El huevo también se puede
consumir crudo pero es una práctica de riesgo por lo que es mejor cocerlo o
freírlo.
Fig.3: El consumo frecuente de alimentos de origen animal está asociados a muchas enfermedades.
La proporción de consumo de productos de origen animal en la dieta equilibrada de un ser humano debería ser escasa, en una proporción de menos del 10% del consumo total de alimentos en el día. La principal razón es porque el consumo de alimentos de origen animal está asociado a muchas enfermedades como la obesidad, la arteriosclerosis, el infarto, el cáncer, la hipertensión arterial o la angina de pecho, entre otras.
Y tampoco es recomendable su consumo de forma importante y frecuente ya que favorecen el crecimiento de bacterias agresivas en nuestro sistema digestivo y la presencia de sustancias tóxicas, tanto en los propios alimentos como las que producen las bacterias que crecen en su presencia. Los alimentos de origen animal tampoco suelen contener fibra por lo que su consumo favorece el estreñimiento.
Actualmente, la industria alimentaria y los medios de transporte internacionales han facilitado la producción intensiva y el fácil acceso a estos alimentos, además de poder adquirirlos a un precio asequible para ciertos grupos de la población mundial que tienen buenos recursos económicos y pueden acceder a estos alimentos. Esto ha hecho que muchas personas que antes no comían frecuentemente los productos de origen animal, los hayan ahora incorporado en su dieta habitual, con el correspondiente efecto negativo sobre su salud, si se consumen con frecuencia y en mucha cantidad.
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