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DEMANDA DE ACTIVIDAD SEXUAL


Aunque pueda parecer un tópico, lo cierto es que dentro de una pareja es poco frecuente que los dos estén en la misma o similar situación en cuanto al deseo o la actividad sexual. La diferente estructura biológica de los hombres y de las mujeres hace que su vivencia de la sexualidad también lo sea.

No se pretende introducir la polémica sobre un tema tan complejo como lo es la sexualidad, pero es verdad que en nuestra especie, igual que en otras, la actividad sexual va dirigida preferentemente a la reproducción y su perpetuación, además de tener una manera de ayudar a que las parejas superen sus problemas y se mantengan unidas, especialmente en la dificil y larga labor de hacer que un bebé llegue en buenas condiciones a la edad adulta.

No es casual, sino un proceso biológico normal, que el momento de máximo placer por parte de los dos compañeros durante el acto sexual coincida con el de la máxima probabilidad de embarazo y tampoco que las sensaciones que acompañan al fenómeno que hemos denominado orgasmo, surjan precisamente de las contracciones pélvicas del hombre y la mujer que en ese momento colocan los genitales de ambos de tal forma que se facilite la fecundación.

Es cierto que a lo largo de la historia de la Humanidad se ha intentado evitar el embarazo de diferentes maneras, pero no ha sido hasta que han llegado los métodos anticonceptivos recientes, que se ha conseguido controlar voluntaria y eficazmente la fertilidad. Sin embargo, este control consciente de la probabilidad de embarazo genera a su vez una extraña sensación de frustración en el terreno del inconsciente, cuando percibe que la consecuencia natural de la actividad sexual no acaba en un embarazo.

Nuestra especie es bastante peculiar en cuanto a su sexualidad. Las hembras tienen un periodo de celo cada mes durante los días alrededor de la ovulación. Los machos mantienen una buena potencia sexual durante muchos años y ambos entran en un ciclo de celo más largo durante las estaciones de calor, en primavera y verano.

Dado el dimorfismo sexual y las diferentes funciones de cada sexo dentro de la especie humana, en la sexualidad también se aprecian comportamientos condicionados por ello. Es lógico, ya que si hablamos de supervivencia es muy importante que la actividad sexual acabe en un embarazo. Si en un grupo humano hay un hombre y varias mujeres fértiles a su alrededor, la posibilidad de embarazo y supervivencia de la especie es muy alta, pero si invertimos la situación, con varios hombres y una sola mujer, la posibilidad disminuye drásticamente.

Si aceptamos que la variación en la actividad sexual de las mujeres suele llevar el mismo ritmo que su ciclo menstrual, observaremos que el aumento de estrógenos que ocurre durante la primera parte de éste, la llevará a prepararse para el momento cumbre, la ovulación, que suele coincidir en condiciones fisiológicas normales, con el momento de máxima atracción sexual. En mujeres jóvenes, también se puede observar un aumento de la actividad sexual en cualquier parte del ciclo si algo activa su deseo.

Sin embargo, la actividad sexual del hombre tiende a ser más lineal y estable, condicionada más frecuentemente por el estado de salud o de cansancio de la persona que por las variaciones de un ciclo hormonal. Ambos, sin embargo, van a percibir un mayor deseo sexual activado por la mayor intensidad de la luz solar de la primavera o el verano y por la iluminación nocturna de la luna llena.

Un miembro de la pareja demanda actividad sexual al otro.


Además, están las diferencias emocionales que hay entre un hombre y una mujer, algo que se está estudiando recientemente con mayor intensidad, pero de lo que aún sabemos relativamente poco.

Es cierto que la forma de reacción de un hombre frente al impulso o al deseo sexual tiende a ser la de la acción rápida, con poco juego previo para ir cuanto antes hacia el objetivo del placer, a diferencia de la mujer que prefiere habitualmente un acercamiento progresivo y un juego sensual previo para ir avanzando lentamente hacia el encuentro sexual.

Por eso, no es de extrañar que algunas parejas se quejen de una desarmonía en la relación sexual con su pareja, con distintas tendencias o deseos y que esto acabe siendo el origen de muchos conflictos.

Si se tienen en cuenta los diferentes ritmos y condicionantes en la sexualidad de los hombres y las mujeres y se llega a una adecuada coordinación entre ambos, se puede conseguir tener una vida sexual satisfactoria que permita a la pareja complementarse y crecer en esta faceta tan importante de la relación entre las personas.

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