Introducción
INTRODUCCIÓN
Para que sea posible el movimiento es necesario que nuestro organismo disponga de una serie de estructuras que lo permitan y de otras que lo regulen. Entre las primeras están los huesos, los cartílagos, las articulaciones, los músculos, los tendones, los ligamentos y las fascias. De la regulación se encarga el sistema nervioso y el endocrino, uno activando y coordinando los movimientos y el otro promoviendo un metabolismo que mantenga las estructuras en buen estado.
Su complejidad no sólo viene de la gran cantidad de elementos por los que está compuesto sino por la enorme dificultad para ajustar todos los movimientos musculares sin que nada falle, ya que esos errores pueden traer malas consecuencias para el cuerpo, como caídas, roturas, distensiones y contusiones.
Los huesos dan estructura, sostén y protección al organismo. Están formados por una matriz hecha fundamentalmente de calcio que soporta las cargas y tirones a las que están sometidos. En ellos se insertan los tendones y los ligamentos. Algunos huesos están huecos por dentro y el espacio es ocupado por la médula ósea que forma las células de la sangre. El hueso está en continua destrucción y reconstrucción de acuerdo a las necesidades que surgen y para ello existen unas células que generan hueso y otras que lo destruyen. El sistema hormonal controla su metabolismo fabricando hormonas como la paratohormona (PTH) o la calcitonina. La radiación solar estimula la fabricación de vitamina D en la piel cuyo efecto es la mineralización de los huesos.
El cartílago es un tejido liso que facilita los movimientos de las articulaciones y evita el roce entre los huesos. Es muy delicado y se lesiona con facilidad ya que no recibe directamente circulación sanguínea ni linfática por lo que tiene que oxigenarse y nutrirse de lo que le aportan los tejidos cercanos y eliminar sus desechos a través de ellos. Recubre la zona de roce de los huesos en las articulaciones y es el tejido que forma los discos que hay entre las vértebras y los meniscos de las rodillas. En la época de crecimiento forma una línea en los extremos de los huesos que permite que estos vayan creciendo a partir del cartílago.
Los músculos son estructuras que se contraen y se relajan permitiendo así los movimientos. Se unen a los huesos a través de los tendones, las fascias o de inserciones directas. Para que el movimiento sea posible saltan una o varias articulaciones. Están formados por estructuras de proteínas que realizan el acortamiento durante la contracción y el alargamiento en la relajación, lo que requiere importantes cantidades de nutrientes y oxígeno para lo que disponen de un importante riego sanguíneo.
Los tendones y las fascias están hechos de un tejido conjuntivo fuerte que permite la unión estable y segura del músculo con el hueso. Los tendones suelen ser redondos y las fascias tienen formas planas. Estas últimas sirven también para sujetar algunas estructuras.
Los ligamentos unen y sujetan las articulaciones para evitar que se salgan de su sitio en estado de reposo o durante el movimiento. Están formados por un tejido conjuntivo resistente que fortalece la articulación.
Dentro de muchas articulaciones hay un líquido articular que facilita el movimiento y amortigua los golpes y los efectos de la fuerza de la gravedad. Es renovado continuamente por los vasos sanguíneos y facilita la nutrición y la eliminación de los desechos del cartílago.
El sistema nervioso activa los movimientos de los músculos cuando es necesario, pero para que esto sea eficaz debe haber una tensión muscular de base que permita que cuando llegue el estímulo sea procesado de inmediato. También es preciso que se relajen los músculos que hacen la función contraria a los que se van a contraer para evitar que se bloqueen las articulaciones.
La actividad de algunas glándulas, como la tiroides o la paratiroides, es fundamental para el metabolismo de los huesos, otras secretan hormonas que activan a los músculos y la circulación sanguínea, como la glándula suprarrenal. La hipófisis unida a los ovarios o los testículos activa el metabolismo muscular y óseo para mantenerlo en buenas condiciones, especialmente en la edad fértil.
Este sistema no está asociado en la Medicina Tradicional China con un solo movimiento sino que intervienen en su funcionamiento varios de ellos. Así, el riñón se ocupa del estado y actividad de los huesos, las articulaciones y de las médulas óseas, la función hígado lo hace de los tendones y fascias y la función bazo se ocupa de los músculos.