El hombre, una expresión de la energía
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EL HOMBRE,
UNA EXPRESIÓN DE LA ENERGÍA
Utilizamos la palabra energía tan frecuentemente y para tantas cosas que nos resulta difícil ya saber exactamente a qué nos estamos refiriendo. Tan energía es la gasolina que hace que se mueva un coche como la electricidad, la fuerza muscular de un caballo o la que concentra una semilla para poder desarrollar una nueva planta.
Einstein ya nos dio la clave en su famosa fórmula de “E=m·c2” al establecer la igualdad entre la energía y la materia y eliminar así las diferencias de fondo entre los aspectos del universo que se solidifican en forma de materia y los que no. Otra frase que no debemos olvidar es la que dice que “la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma” como ya nos decía la filosofía china con su famosa teoría del Yin y el Yang.
De acuerdo con los conocimientos científicos actuales sobre la energía, la materia sería una expresión de la energía en una forma densa, cristalizada. Hay una parte de la materia que se puede percibir mediante alguno de nuestros sentidos (vista, oído, olfato, tacto o gusto) y otra que no, pero que se puede evidenciar indirectamente mediante el uso de aparatos o de diferentes experimentos de tipo científico.
Pero hay otras expresiones de la energía que no han cristalizado en forma de materia y que siguen siendo, sin embargo, formas energéticas. Aunque este concepto resulta difícil de reconocer por parte del pensamiento occidental más clásico, empieza a ser aceptado gracias a la investigación y la objetivación.
Si hablamos de un pensamiento, podemos ver en una gráfica cerebral de un electroencefalograma que hay unas zonas del cerebro que están más activas que otras, pero ese no es el pensamiento en sí mismo, sino el reflejo de actividad que deja en el cerebro humano. El pensamiento es inmaterial, pero puede tomar forma material al llevarlo al terreno de la materia, de nuestro cuerpo físico que es donde finalmente se expresan todos los aspectos del ser humano que se pueden percibir con nuestros sentidos o con aparatos. Las emociones también son inmateriales pero se expresan y las reconocemos a través de su manifestación en el cuerpo físico. Llorar no es la emoción tristeza en sí, pero nos permite hacerla consciente y que los demás vean que estamos tristes.
Cuando una persona tiene una intuición, no podemos decir que sea un pensamiento, de hecho la mayor parte de las veces las intuiciones no se pueden razonar, son una corazonada, la percepción de algo sin que intervenga la mente. Esas intuiciones pueden concretarse si las llevamos a la práctica y las materializamos, pero en sí mismas no son materiales.
Los estados espirituales en los que entran las personas en determinadas circunstancias, van más allá del cuerpo, la mente o las emociones. Los vemos de manera muy evidente en las grandes personas, maestros o guías que mueven a multitudes de personas, pero esas personas que les siguen no son el espíritu del maestro, sino que ellas materializan su expresión espiritual. Por ello, podemos decir que el ser humano tiene diferentes aspectos que agrupamos de acuerdo a cómo se expresan en el mundo material o físico y, aunque los agrupamos bajo nombres diferentes para entenderlos mejor, realmente conforman una sola unidad.
Fig. 7: Los aspectos del ser humano superpuestos y entroncados en un mismo eje.
La percepción del ser humano como tal unidad nos conecta también con la idea del Todo expresada anteriormente y con la unión también con ese Todo. A pesar de que en el mundo físico-material sólo podemos ver expresiones físicas de nuestro Ser, los diferentes aspectos conforman un conjunto real de funcionamiento que englobamos dentro del concepto de Ser Humano (Fig. 7).
Finalmente, la palabra Ser es el término que se utiliza para identificarnos con lo que somos realmente y expresa mejor esto que otras palabras utilizadas anteriormente como alma, espíritu, esencia, etc.