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El Aspecto Emocional

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EL ASPECTO EMOCIONAL

A pesar de que es uno de los aspectos que más nos influye y condiciona en la vida, la mayor parte de la naturaleza de las emociones y sus diferentes tipos siguen siendo un misterio. Últimamente se están empezando a estudiar las emociones, así como la forma en que modifican nuestro comportamiento, pero estamos aún lejos de conocerlas en profundidad.

Se han realizado estudios médicos para saber qué partes del cuerpo físico vehiculan las emociones, tanto las zonas del cerebro como sus vías nerviosas, la actividad cardíaca, la secreción de hormonas o las reacciones musculares, pero aún sabemos muy poco de ellas.

También se han hecho estudios psicológicos que nos han dado un poco de luz en la oscuridad, pero seguimos sin saber casi nada de las leyes o normas que rigen el comportamiento emocional de las personas, lo que hace de este aspecto del ser humano algo impredecible.

La mayor parte de los estados emocionales, una vez que se han puesto en marcha, son bastante incontrolables. La ira, la tristeza o el miedo son claros ejemplos de ello (Fig. 9). Sin embargo, las emociones no parecen ser una entidad en sí mismas sino más bien la reacción frente a algo, una reacción que proviene de alguno de los otros aspectos, especialmente el físico y el mental.

Fig. 9: Estados emocionales: alegría, tristeza, miedo, enfado, ansiedad y preocupación.

No tenemos miedo porque sí, sino que es una reacción frente a un peligro físico o imaginado. Una situación real o una imagen mental proyectada puede poner en marcha el mecanismo de reacción ante el peligro y dejar al cuerpo en la situación de tomar una de las tres reacciones habituales frente al miedo: enfrentar el peligro, salir corriendo o quedarse quieto.

La mayor parte de las situaciones reales provocan un estrés agudo, el que corresponde al momento, pero una vez que ha pasado el peligro se suceden una serie de acciones liberadoras de la tensión como movimientos bruscos, sacudidas, carreras, respiración profunda, etc. que hacen que los efectos físicos del estrés agudo desaparezcan en poco tiempo.

Sin embargo, las imágenes mentales en forma de anticipaciones, proyecciones, hipótesis o recuerdos que se proyectan sobre el cuerpo físico haciéndole creer que son reales provocan inicialmente el estrés agudo, pero dejan una sensación continua de peligro que se transforma en estrés crónico, un estado que no deja pie a la descarga física de la tensión, lo que hace que la persona continúe en alerta cuando la situación ya no está presente y mantiene tensos los músculos y todo el sistema de reacción frente al peligro trabajando a menor intensidad, pero continuamente activo y gastando energía.

En esta situación de estrés crónico el organismo pierde fuerza y se va debilitando progresivamente dando lugar a la aparición de enfermedades por exceso de esfuerzo (vigilancia crónica) o por insuficiencia de energía, por el gasto continuo. Así que, cuando una emoción es disparada por el cuerpo físico provoca una reacción natural de lucha o huida que altera su estado mientras dura la situación, pero que desaparece en un corto espacio de tiempo. Pero si la emoción es puesta en marcha por el aspecto mental a través de una proyección creada a partir de recuerdos o de la imaginación, la respuesta del cuerpo físico es también una reacción de lucha o huida pero no tiene un momento en el que se resuelve, sino que tiende a mantenerse en el tiempo, generando el estrés crónico.

Vamos a ver un ejemplo: el ruido provocado por el frenazo de un coche en la calle por la noche nos despertará sobresaltados pero, al descubrir su origen y ver que no nos afecta directamente, seguiremos durmiendo plácidamente. Sin embargo, el ruido continuo del tráfico en la calle no nos despertará, pero dejará un tono de incomodidad y de sensación de falta de descanso que será expresado al día siguiente en forma de irritabilidad con otras personas.

Podemos decir que hay muchos estados emocionales, tanto los que nos equilibran, los positivos, como los que nos desequilibran, los negativos. Si utilizamos la metodología de estudio de las emociones según los 5 movimientos de la Medicina China, podemos agruparlos y asociarlos. Si estudiamos los estados emocionales positivos (Fig. 10), dentro del componente denominado agua colocaríamos la identidad, un estado de reconocimiento y potenciación de uno mismo que nos da fuerza para actuar en el día a día.

Fig. 10: Estados emocionales positivos.
 
En el componente madera estaría la autoestima, la capacidad para tomar las decisiones correctas, lo que nos permite colocarnos en el lugar más favorable frente a los continuos cambios, retos y dilemas de la vida, lo que nos ayuda a aumentar nuestras posibilidades de éxito y a evitar los fallos y los fracasos.

En el componente fuego estaría la alegría, la felicidad y el éxito en nuestros objetivos, ese estado de satisfacción personal que nos lleva a sonreír, a mirar cálidamente a los demás y a las situaciones de la vida con buen humor y con positividad.

En el componente tierra encontramos la aceptación, un estado favorable para ver las situaciones cotidianas adversas como un aprendizaje, un encuentro con la realidad que no nos predispone al rechazo sino a la vivencia de las situaciones reales como una escuela de la vida, sin juzgarlas como buenas o malas, para hacer los cambios necesarios para volver a la identidad.

El lado metal tiene a la creatividad, una situación emocional que nos ayuda a hacer los cambios necesarios para evitar las emociones negativas, a transformar nuestro entorno de manera que la vida nos sea agradable y que podamos mantener una adecuada convivencia con los otros seres humanos.

Fig. 11: Estados emocionales negativos.
 
Dentro de los estados emocionales negativos (Fig. 11) tenemos en el componente agua el miedo, una de las emociones más universales y la que suele poner en marcha a las demás emociones negativas. El miedo no es lo mismo que la precaución, como se verá más adelante; esto es algo que se confunde con mucha frecuencia. El miedo arranca de la inseguridad y ésta de perder la propia identidad al desplazarnos hacia otras cosas o personas, lo que nos lleva a estar inseguros y a no saber lo que somos y lo que necesitamos.

El componente madera tiene la emoción enfado, ira o lucha y defensa, un estado reactivo frente a las situaciones de peligro, en el que tomamos la decisión de luchar frente a la adversidad. También se utiliza el enfado para esconder la propia debilidad y para que no se perciba un estado de tristeza latente.

Al componente fuego le corresponde el estado emocional de la ansiedad, la alerta crónica frente a los sucesos cotidianos que nos induce a vigilar ante el peligro que nos acecha y nos obliga a estar preparados para dar la respuesta correspondiente al mismo. Esta situación consume gran cantidad de energía y nos impide percibir las cosas como realmente son, alejándonos de la situación real y dando siempre una interpretación personal de acuerdo con lo que ha provocado ese estado de ansiedad.

El estado emocional de preocupación le corresponde al componente tierra y es el exceso de atención dedicado a un problema dándole vueltas y vueltas, repitiendo una y otra vez el problema y las posibles hipótesis y soluciones en un ciclo sin fin con el pretendido objetivo de eliminar, en la medida de lo posible, los riesgos o facilitar las respuestas cuando sean necesarias. El problema es que cuando se generan demasiadas hipótesis es materialmente imposible atenderlas a todas y, por lo tanto, el mecanismo de respuesta acaba consumiendo tanta energía y generando tantas variantes de peligro y respuestas que finalmente dificultan enormemente la solución. Así que, lo que inicialmente se puso en marcha para buscar una solución acaba dificultándola y agranda el problema principal o genera un problema mayor.

Finalmente, el componente metal tiene la emoción tristeza que expresa la situación de cansancio, decaimiento o sensación de fracaso después de haber luchado contra un peligro y la necesidad de interiorizarlo para poder estudiar los fallos que han llevado a no poder resolverlo, y así poder evitarlo en el futuro. Si la situación se mantiene durante un tiempo suficiente, reaparece de nuevo el miedo, ya que como no se ha resuelto el problema ahora hay menos energías para poder solucionarlo.

Según la ley de generación de los 5 movimientos el miedo genera enfado y éste activa la ansiedad dando lugar a la preocupación y finalmente a la tristeza si no se resuelve el problema, lo que da lugar de nuevo al miedo, en un ciclo sin fin que nos va robando la energía necesaria para nuestro organismo, lo que nos debilita y nos predispone a la enfermedad.

Y según la ley de control de los 5 movimientos el miedo controla la ansiedad, ésta a la tristeza que controla el enfado que, a su vez, controla la preocupación que controla al miedo. Esto nos ayuda a entender mejor cómo se generan y se complican los conflictos.

Como hemos visto, el aspecto emocional del ser humano es múltiple y complejo, pero también es accesible y, por lo tanto, se puede estudiar para poder modularlo y equilibrarlo.

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