Lo que nos enseña la enfermedad
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LO QUE NOS ENSEÑA LA ENFERMEDAD
Los trastornos que sufrimos cuando alguno de nuestros sistemas no funciona adecuadamente, son los indicadores de que algo no va bien en nuestro organismo y cuando aparecen es una buena ocasión que se nos ofrece para reflexionar sobre qué es lo que ha ocurrido en nuestras vidas para que se produzcan desequilibrios en nuestros órganos y sistemas y que finalmente acabemos padeciendo una enfermedad.
Visto de esta manera, la enfermedad se convierte en nuestra aliada porque, al sufrir sus consecuencias, nos invita a reflexionar sobre nuestra forma habitual de ser y de actuar, sobre nuestros hábitos, vicios o la forma como afrontamos algunos procesos y conflictos en la vida y que pueden acabar desequilibrando, agotando o alterando a nuestros aspectos físico, mental o emocional.
A todos nos gustaría estar siempre sanos, esa es la tendencia natural para poder desarrollar de una manera equilibrada nuestras vidas. Sin embargo, hay algunas situaciones anómalas, generalmente impulsadas desde el aspecto mental, en las que se busca en la enfermedad algún beneficio que pueda obtenerse en otro terreno, como cuando un niño finge estar enfermo para no ir a clase o cuando una persona se provoca una enfermedad para no tener que enfrentar situaciones complejas en el trabajo o en la familia.
Si realmente queremos estar sanos, ¿por qué nos comportamos como si deseásemos acabar enfermos? Una persona nos dice que lleva tiempo tosiendo mucho y sin embargo enciende un cigarrillo, que probablemente es la causa de su tos. Alguien nos cuenta que en los análisis le ha salido tiene mal el hígado pero pide una copa de alcohol en un bar (Fig. 24). Otra nos cuenta que le ha subido el colesterol y a continuación se va a comer un buen asado en un restaurante. Otra nos dice que es diabético, pero que experimenta un placer especial cuando come chocolate con churros. Todas estas reacciones nos resultarían incongruentes si no hubiese algo que distorsionase nuestra capacidad de actuar en beneficio de la salud. Ese algo es nuestro aspecto mental negativo, llamado también ego, que toma el poder de nuestros actos y nos induce a hacer cosas que nos pueden hacer perder la salud.
Fig. 24: Consumo de alcohol.
Si nuestra forma de actuar fuese consecuente con nuestros deseos de estar sanos dejaríamos inmediatamente de hacer las cosas que nos ponen enfermos. Pero cuando estamos a punto de hacer algo que sabemos que nos puede poner enfermos y aparece una voz interior que nos dice “no hagas eso porque puede alterar tu salud”, inmediatamente surge otra, muchas veces con más fuerza, que dice “bueno, por una vez no va a pasar nada” o “de algo hay que morir” o “la vida es muy aburrida si no haces algo así” y la persona, dominada por ese aspecto mental negativo, se deja fácilmente llevar por ese extraño comportamiento destructivo. También es muy probable que luego acabe explicando su comportamiento de alguna manera bastante injustificable como “bueno, ya dejaré de fumar otro día” o “es que me gusta hacerlo”.
La enfermedad se suele manifestar, de forma predominante, en el aspecto físico del ser humano y en su normal funcionamiento. Un dolor de cabeza, el cansancio o una diarrea son indicadores de enfermedad que pueden venir de una agresión física, de un estado emocional o de una alteración mental, pero acaban alterando al cuerpo físico que es finalmente quien paga todas las facturas y es el que consume su energía, necesaria para que todo vaya bien y haya una buena y larga vida.
Un comportamiento mental o emocional alterado, como puede ser un delirio de persecución o un deseo amoroso incontrolado, van a obligar siempre al cuerpo físico a hacer cosas que no desearía hacer si se hubiese contado con él antes de ser obligado o dominado por estos dos aspectos del ser humano que, cuando están alterados, pueden ser auténticos destructores del bienestar físico.
Si somos capaces de ver sus desencadenantes, la enfermedad se convierte en nuestra maestra, nos informa de lo que hemos hecho mal y nos da la oportunidad de deshacerlo, en la medida de lo posible, analizando el camino que nos ha llevado al desequilibrio y cambiando nuestra forma de actuar para que se cure la enfermedad y para que no vuelva a producirse.
Este aprendizaje es fundamental para mantener una buena salud en la vida. y podemos hacerlo después de haber padecido una enfermedad nosotros mismo o alguien cercano o actuando de forma preventiva para evitar enfermar.