Lucha contra el Sistema
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LUCHA CONTRA EL SISTEMA
No todas las personas que forman parte de un colectivo aceptan de buen grado el sistema que les ha permitido desarrollarse y crecer.
La toma de conciencia de que éste tiene errores, que puede favorecer comportamientos inadecuados que privilegian a unos sobre otros, que facilita las injusticias, impide la variedad de pensamiento, reprime los comportamientos no aceptados o que van en contra del bien común o de la pervivencia del grupo y sus necesidades, activa el deseo de cambiarlo e ir contra una parte o contra la totalidad del mismo.
La Revolución Francesa dejó una muestra histórica de cómo toda una población pudo levantarse contra un sistema que consideraba opresor y eliminarlo para establecer a continuación un orden nuevo.
Cuando esa oposición surge de pequeños grupos que buscan conseguir sus objetivos por medio de la fuerza o de las manifestaciones violentas, se pueden organizar en forma de guerrillas urbanas o rurales o en grupos de tipo terrorista.
La sensación de opresión o dominio del grupo mayoritario sobre las minorías las cohesiona y les da fuerza para rebelarse. Esa unión les motiva para seguir con la lucha y les da la sensación de estar autorizados para ejercer la violencia.
En este caso, se puede decir que es muy probable que estos comportamientos de personas que actúan contra el sistema se originan en los conflictos dentro de la propia familia o en la lucha entre familias.
Lucha contra el sistema
El problema surge, de nuevo, en el hecho de que para cambiar el sistema que ya está funcionando hay que crear otro que lo sustituya y, por lo tanto, hay que tener un modelo alternativo que suele ser teórico o basado en la experiencia de otros colectivos en situaciones similares. Pero, nada asegura que el sistema que se quiere instaurar vaya a ser mejor que el anterior ni que resuelva los problemas por los que se lucha.
Si finalmente se consiguen los objetivos y se instaura el nuevo sistema, tarde o temprano surgirán grupos de personas que consideren que no es el adecuado y establezcan una nueva lucha contra él.
Siempre que sea posible y para evitar situaciones traumáticas o la muerte de personas, es necesario el encuentro de los representantes del sistema con los grupos que quieren cambiarlo para buscar puntos comunes y encontrar una forma de resolver las diferencias. Cuando no es así, parece inevitable que el conflicto evolucione hacia el ejercicio de la fuerza y el consiguiente dolor que ello genera.
Es, por lo tanto, aconsejable no dejar que las situaciones que afecten a los grupos minoritarios se olviden o no se tengan en cuenta y que se intente encontrar un enfoque común que beneficie a todos.