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LA ESPECIE HUMANA

El estudio de nuestra especie es siempre asombroso, tanto si contemplamos su evolución como tal, como la de los diferentes grupos humanos. El comportamiento de huida centrífuga desde los lugares de origen de los primates y homínidos, la zona central del continente africano, donde estos grupos sobrevivieron durante miles de años, nos hace sospechar que hubo un cambio climático de grandes proporciones que disminuyó de forma radical las fuentes de alimentos que mantenían a los primates, homínidos y hombres.

También la desaparición de árboles que servían de refugio obligó a los humanos a cambiar de forma de vida. De una vida amparada en las ramas de los árboles se pasó a una vida mucho más arriesgada a campo abierto en la sabana y después dio lugar a una existencia dentro de refugios naturales como las cavernas.

Esta nueva situación obligó a los grupos de humanos a organizarse y estructurarse en forma de Clanes, de manera que se pudiese asegurar la supervivencia del grupo y de los individuos que lo formaban, facilitando que apareciesen diferentes funciones dentro del grupo y también ciertos privilegios que mantenían los miembros mas fuertes, mejor dotados y mas inteligentes.

El clan primitivo se organizaba de forma similar a como se organizan aún hoy los chimpancés. Lo primero era encontrar un lugar que reuniese las condiciones vitales de agua, alimentos y espacio habitable, lo que les obligaba a viajar y a exponerse a los depredadores. Una vez localizado el espacio, los machos de menor rango formaban un perímetro de seguridad situándose en la zona periférica del lugar y pasaban muchas horas en silencio, simplemente vigilando la posible llegada de depredadores o de otros grupos de humanos.

En el interior del perímetro se iban situando progresivamente los machos de más rango hasta llegar al centro, la zona más segura y cómoda, donde estaba el macho dominante, el jefe del clan, rodeado de varios de los machos más fuertes y de rango inmediatamente inferior a él. Las hembras de mayor rango o favoritas ocupaban los lugares alrededor del macho dominante y copulaban con él, lo que aseguraba una selección natural de los miembros más resistentes y mejor dotados. Las hembras de menor rango iban ocupando lugares más alejados del grupo dominante, pero siempre en la zona central protegida, lo que daba oportunidades de reproducción a los otros machos de rango inferior en los descuidos del grupo dominante. Los niños y adolescentes ocupaban también el lugar central y eran cuidados especialmente por las madres y las hembras del grupo.

El aprovisionamiento de alimentos requería dedicar un tiempo a la recolección o a la caza, lo que suponía abandonar por periodos la zona segura y asumir el riesgo de encontrarse con un depredador o sufrir accidentes en el camino.

Cuando la zona estaba superpoblada o los alimentos disminuían, había que emigrar a otra zona que tuviese unos requisitos similares. Esta forma de organización sigue predominando hoy entre los humanos primitivos y ha quedado grabada en nuestro cerebro de forma que reconocemos inconscientemente de forma inmediata esa estructura en forma de jerarquías.

La evolución del grupo humano hacia la estructura social de la tribu (Fig. 6) es un fenómeno espontáneo y progresivo en el que se establecen los cargos de los miembros, así como las funciones según las capacidades de cada uno de ellos. Se forman uniones esporádicas e inestables entre los miembros de la tribu y los cambios de pareja son muy frecuentes. El resultado de esas uniones da hijos a la tribu y son cuidados tanto por los padres como por el resto de la tribu. Con el paso del tiempo, los riesgos de la consanguinidad obligan a los miembros de cada tribu a entablar relación con los de otras.

Fig. 6: Miembros de una tribu africana.

Progresivamente, y basándose en las necesidades de la tribu, se fueron estableciendo lazos de sangre y de afinidad hasta que se estableció un nuevo modelo de convivencia basado en esos lazos y en las lealtades, lo que dio lugar al embrión de la familia y al modelo de sociedad llamado el poblado.

Dentro del poblado se forman tanto relaciones de pareja como de poligamia o más raramente de poliandria. Así, el núcleo familiar lo forman un hombre y una o varias mujeres junto con sus hijos y disponen de una zona habitable personal (tienda, choza, caseta o casa) donde pueden comer, dormir, etc. formándose uniones más estables y lazos más fuertes entre sus miembros que con los de la choza de al lado. Los rangos siguen marcando las zonas donde se vive dentro del poblado, reservando siempre las mejores zonas al grupo dominante.

Esa separación progresiva entre grupos familiares establece cada vez más intensamente la idea de nosotros y ellos que también se establece entre los diferentes poblados en pugna siempre por los mejores lugares para vivir, lo que pone en marcha el fenómeno siempre presente de lucha, enfrentamiento y guerra entre los humanos por diferentes motivos.

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