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FACTORES QUE PREDISPONEN A TENER CONFLICTOS
Antes de que se produzca un conflicto se dan situaciones previas que ayudan a que los conflictos se pongan en marcha. Son factores que hacen que sea más fácil que entremos en ellos. Los estudiamos a continuación.
RENCILLAS HEREDADAS
Cuando un problema no se ha resuelto en un momento dado, este se puede heredar y quedar pendiente para las siguientes generaciones. Las personas afectadas están condicionadas por las leyes de pertenencia, por lo que no aceptar la herencia puede ser motivo de aislamiento o la expulsión del grupo al que pertenecen.
Las diferencias culturales, religiosas, familiares, personales o entre grupos son una clara predisposición a tener problemas. Cuando estas rencillas han provocado dolor, muerte o enfermedades resulta mucho más difícil encontrar las soluciones.
DIFERENCIAS
Ya se ha comentado en la sección anterior que para que se produzca una situación conflictiva es necesario que se junten dos o más personas y que sean conscientes de sus diferencias. Pero no se generan conflictos si se respetan esas diferencias y se aprende de ellas. Es necesario, por lo tanto, que aparezca la inseguridad y el dolor para que se desarrolle el conflicto.
Las diferencias pueden ser de todo tipo como, por ejemplo, las raciales, económicas, sociales, personales, etc.
PROBLEMAS ECONÓMICOS
La buena economía es fundamental para que las personas salgan adelante y puedan sobrevivir y reproducirse. Cuando no existe un sistema basado en el dinero, aparece el trueque o el intercambio de unas cosas por otras según un valor pactado por las partes. En los sistemas no basados en el dinero o en el trueque, se valora el control de los recursos que permiten la vida, como el agua, la comida o el territorio.
Cuando una persona, familia o grupo goza de una situación económica buena, no se llegan a vivir algunos momentos de tensión o son de menor envergadura. Por eso, uno de los objetivos más importantes a nivel personal, familiar, de un grupo o de un estado, es el de tener una economía saneada con los menos problemas posibles.
Pero la economía puede variar bruscamente tanto por exceso como por defecto y llevarnos a situaciones difíciles, como cuando se adquieren deudas, se llega a una ruina o se pierde el trabajo y se entra en una situación de paro laboral.
En el otro lado están las llegadas bruscas de recursos económicos importantes como las herencias, los premios de las loterías o las quinielas, los ingresos importantes por cambio de trabajo o la mejora significativa en el sueldo de una persona. Estas situaciones también son fuente de problemas.
EXCLUSIONES DE MIEMBROS
Como ya se ha visto en las leyes de pertenencia, todos los miembros de un grupo tienen derecho a pertenecer a él. A veces, algunos de sus miembros son excluidos por los otros por diferentes motivos y tienen que marcharse a otro lugar o mantenerse fuera de la actividad de su grupo.
Estas personas siguen formando parte del grupo y se genera en él una gran alteración, tanto por la situación que se crea al intentar excluir a alguien de sus derechos de pertenencia, como porque la actitud y el comportamiento del grupo cambia, evitando incluso que se nombre a los que se fueron.
MUERTE
La vida tiene peligro de muerte. Esa es la realidad a la que tenemos que enfrentarnos cada día, pero tomar conciencia de ello nos genera una cierta angustia y para procurar no sentirla de forma continua intentamos anularla de nuestros pensamientos.
A pesar de ello, de vez en cuando se produce la muerte de algún miembro relevante de la familia o del grupo, lo que genera un cambio muy importante en el estado emocional de las personas cercanas. También puede ser de gran impacto la muerte de bebés, de niños, de jóvenes, los abortos y los suicidios.
Cuando la muerte sobreviene como consecuencia de un asesinato, queda en la familia un daño de una enorme dimensión y con una resonancia que permanece durante varias generaciones. El dilema que se genera entre las familias y amigos del asesino y de la persona asesinada generará conflictos de posicionamiento y actitudes emocionales de muy compleja resolución.
ENFERMEDADES
Si un miembro del grupo cae enfermo, el resto tiene que asumir funciones que no tenían previamente para así poder sustituirle. Si la enfermedad es ligera y el tiempo de recuperación es corto, los problemas pueden ser menores. Pero si la enfermedad es más grave o requiere de un largo periodo de recuperación, esto sí que altera de forma importante la marcha del grupo o de la familia.
Si la enfermedad grave le ocurre a algún miembro relevante del entorno afectivo, además del esfuerzo físico o mental correspondiente, se produce un sufrimiento emocional que va minando las fuerzas del resto del grupo.
En las enfermedades que llevan asociada la etiqueta de riesgo cercano de muerte, se mezclan otros factores como son las despedidas, las negaciones de la enfermedad o las herencias. De las actitudes de cada uno de los miembros durante el transcurso de la enfermedad, puede surgir un dolor que dé paso a nuevas situaciones conflictivas.
ACCIDENTES
La característica principal de un accidente es que no estaba previsto, de forma que las personas entran en un cierto estado de choque hasta que perciben e integran la dimensión real del mismo. Es decir, que no han tenido el tiempo para adaptarse como sí que ocurre con la mayoría de las enfermedades.
Un accidente puede dar como resultado que la persona muera, que tenga lesiones físicas transitorias, que éstas sean permanentes o que tenga secuelas psíquicas importantes, lo que llamamos el estrés postraumático. Estas últimas pueden aparecer mucho tiempo después de ocurrido el accidente y dar la sensación de que no están relacionadas con él.
De acuerdo con la gravedad del accidente y a la importancia de las lesiones que haya generado, se ponen en marcha varios mecanismos de adaptación. El primero es el de comprobar el estado de la persona y ver si ha salvado la vida. A continuación, se valoran las lesiones y se envía al paciente a un centro médico para que puedan hacerle el tratamiento adecuado. En ese tiempo, las personas de su entorno afectivo van digiriendo la noticia y reaccionando en consecuencia. Estas reacciones pueden ser de alegría, enfado, ansiedad, preocupación o tristeza.
Las secuelas del estrés postraumático pueden dar muchos problemas de adaptación posterior a la vida normal de una persona. Por ejemplo, si es alguien que conducía todos los días treinta kilómetros desde su casa al trabajo y sufre un accidente de tráfico en el que su coche queda destrozado pero él no sufre ningún daño, puede sentir una tremenda aversión a volver a conducir, pedir ayuda para que alguien le lleve al trabajo o utilizar el transporte público, siempre que eso sea posible. Si el accidente ocurre en su puesto de trabajo, el miedo a que se repita puede invalidar a la persona para seguir trabajando en él.
ATRACCIÓN SEXUAL
El sexo representa uno de los asuntos más fascinantes y complejos de la existencia del ser humano. Dependiendo del momento, de la edad, de la situación, de la cultura y de una larga lista de variables, una misma acción puede considerarse buena o mala.
Es el caso de las relaciones sexuales prematrimoniales, que según en qué momento social, la ideología o las creencias, pueden no ser aceptadas. Pero si la misma pareja accede a celebrar una ceremonia de unión y acepta un compromiso, esas relaciones sexuales ya son admitidas con normalidad e incluso bendecidas por toda la familia y el entorno social.
En algunas culturas el matrimonio sólo es permitido de forma monógama, es decir, un hombre y una mujer. En otras se permite que un hombre pueda estar con varias o con muchas mujeres, como en el caso de los mormones o de la religión musulmana. En otras menos frecuentes, como en Nueva Guinea, una mujer puede compartir su vida con varios hombres. Esto es poco habitual ya que de cada mujer sólo puede surgir un embarazo cada nueve meses, así que la presencia de varios hombres a su alrededor no aumenta el número de miembros del grupo de manera significativa. Sin embargo, el modelo de un hombre y varias mujeres sí que puede multiplicar la probabilidad de embarazo entre todas ellas, razón por la cual se ha difundido más este otro modelo que el anterior.
Además, están las parejas de personas del mismo sexo, tanto las masculinas como las femeninas, que mantienen relaciones sexuales y pueden ser aceptadas o no en algunas sociedades. La presencia de este tipo de parejas puede generar conflictos y tensiones en algunas familias o en alguno de sus miembros. En algunos países son perseguidas activamente incluso con graves penas.
Aparte de los problemas que puede generar la relación simple de una pareja, tenemos muchos otros que surgen de la atracción sexual entre las personas. Es especialmente doloroso el abuso de menores o la violación de hombres o de mujeres. En estas situaciones el daño se siente de forma tan intensa que puede perdurar durante toda la vida en la persona afectada e incluso puede notarse su efecto durante varias generaciones y también en otras personas cercanas.
Dentro de este apartado está el de los amores prohibidos. Aquí tendría especial mención la relación con una tercera persona ajena a la pareja, lo que llamamos infidelidad. Esto puede ser motivo de que se rompa la pareja y que el miembro engañado, el engañador o ambos arrastren secuelas durante mucho tiempo e incluso durante toda la vida.
En ocasiones, algunas parejas aceptan relaciones sexuales abiertas con otras personas bajo ciertas condiciones como, por ejemplo, si sólo es sexo y no hay enamoramiento.
Los amores prohibidos pueden ser también con personas del mismo sexo, lo que puede ser de mayor impacto en alguien que ha sido inicialmente heterosexual y que inicie o reinicie una tendencia homosexual. La pareja, los hijos o la familia pueden pasar por periodos intensos de crisis.
También se da la circunstancia de amores prohibidos cuando las familias de uno o de ambos miembros de la pareja no vean con buenos ojos esa unión y la rechacen. Un ejemplo de esto último se puede dar cuando la familia de uno de los miembros pertenece a un grupo social alto o económicamente fuerte y el otro no. Con frecuencia aparecen los recelos por parte de los padres de ambos con la incómoda sensación de que habrá que adaptarse a las formas de ser y de actuar de personas que no tienen el mismo nivel de vida.
CRISIS DE PAREJA
Hay que decir que la pareja pasa por muchos y diferentes estados a lo largo de su existencia y no todos son agradables o deseables. Si tenemos en cuenta que la mayor parte de las parejas se establecen en la juventud basadas con frecuencia en la frescura de la edad y en el buen aspecto físico, podemos entender que el atractivo pierda intensidad con el paso de los años y la progresiva pérdida de esos atributos físicos o psicológicos propios de la juventud.
Otras veces es la progresiva aceptación de retos mayores por parte de una pareja que va madurando, como puede ser la llegada de los hijos o la adquisición de algún bien común, como un coche o una casa. El aumento del esfuerzo que hay que realizar y la disminución de los momentos cercanos en los que la pareja hace el reencuentro y resuelve sus rencillas, favorecen los estados de cansancio e irritabilidad que son un buen caldo de cultivo para las crisis de pareja.
Como consecuencia de esos problemas, la pareja experimenta un distanciamiento que puede acabar en separación o en divorcio si no se intenta la reconciliación entre sus miembros.
Cuando una pareja pasa por una crisis, la afronta y la supera, los lazos que la unen se hacen más fuertes y la prepara para resolver las siguientes, que irán viniendo progresivamente para consolidar ese lazo de unión entre sus miembros.
Si uno o ambos componentes de la pareja tienen una gran inseguridad personal o no ha madurado de manera adecuada para su edad, el reto de afrontar situaciones poco gratas puede ser muy poco reconfortante y la tentación de salir corriendo puede prevalecer sobre el deseo de resolver los problemas.
En estos casos es muy frecuente que la persona repita una y otra vez su pauta de comportamiento en las siguientes parejas y se encuentre con nuevas crisis y separaciones a medida que vuelven a surgir los problemas. Otras, sin embargo, consiguen aprender con esta experiencia y pueden mantener adecuadamente otra relación de pareja.
LOS HIJOS
Sin duda, si hay algo que hace que cambie significativamente la relación de la pareja es la llegada de los hijos. Estos son, a veces, muy deseados por uno o por los dos miembros de la pareja, pero también pueden llegar de una manera un poco por sorpresa o por accidente.
Cuando los hijos son deseados y bienvenidos, se hace con más ilusión y resulta más fácil de llevar la adaptación de la pareja a la sucesiva presencia de un bebé, luego un niño y posteriormente un adolescente y un joven, con todas sus necesidades que cubrir, con los esfuerzos que eso demanda a la pareja y los que implican también a su familia.
Pero si los hijos no son deseados, aunque luego sean aceptados, esto será una fuente de conflicto en el presente o en el futuro. Si no son ni deseados ni aceptados, la situación es mucho más tensa y precipita una crisis que puede acabar en la separación de la pareja.
También es un problema el que una pareja que desea tener hijos descubra que, a pesar de intentarlo, no hay embarazo en un tiempo razonable y se quedan en una situación de incertidumbre, especialmente si la madre está en el período entre los 35 y los 40 años. Esto los puede llevar a hacerse diferentes pruebas médicas para descartar la infertilidad en algunos de sus miembros y, posteriormente, a tratamientos hormonales intensos o a maniobras de fecundación in vitro para favorecer el embarazo.
Cuando la pareja no puede o no quiere tener hijos de forma biológica, se puede plantear de forma seria la posibilidad de adoptar un niño que otra mujer o pareja ha rechazado o no ha podido criar. Hay algunas personas que recorren el mundo en busca de esos niños y no siempre con éxito en su intento. Además, se da la circunstancia de que esos hijos tienen dos familias, una la de origen, la que ha hecho posible que ese hijo venga al mundo y otra la de acogida, la que se ocupa de su crianza posterior.
Estos hijos adoptivos necesitan una dedicación especial tanto en su acogida como en la época de la adolescencia y la primera juventud.
ACOSO Y MALTRATO
En los últimos tiempos se utiliza con frecuencia la palabra acoso o su anglicismo mobbing para describir un comportamiento hostil por parte de una persona o grupo de personas hacia otra, aunque habitualmente se ha utilizado esa palabra para describir el acoso sexual de un hombre hacia una mujer o el de una mujer hacia un hombre.
El acoso se da más frecuentemente en el mundo laboral, donde algunas personas de carácter inseguro o con miedo a perder su puesto de trabajo actúan de forma arisca frente a la persona que les despierta ese miedo.
Esas personas, a pesar de su inseguridad, pueden mostrarse al exterior como si fuesen fuertes y seguras. Para ello, eligen víctimas en una situación más frágil que la suya para ejercer así su fuerza y escapar de la sensación de inseguridad cuando ven sufrir a alguien más débil. El problema es que este comportamiento no les ayuda a superarla y tienen que seguir eligiendo a nuevas víctimas para luchar contra esa sensación.
El acoso también se da en la pareja, de un miembro hacia otro y en la familia, donde algunos familiares inseguros pueden desarrollar una actitud hostil hacia los recién llegados.
Acoso y maltrato suelen ir unidos, aunque no necesariamente. Es frecuente que una persona que acosa pueda elevar el listón de su actividad y pasar a maltratar física o psicológicamente a su víctima.
La persona que recibe el maltrato puede entrar en una relación de dependencia del tipo sadomasoquista y permanecer dentro de ese círculo durante bastante tiempo. Otras veces, puede reaccionar de forma más violenta planteando un pulso de fuerzas hasta ver quién puede más, pudiendo así elevar el listón de la agresividad hasta que ocurre algo que requiere que intervengan otras personas.
Las causas del maltrato físico o psicológico que ocurre dentro de la pareja aún no están bien estudiadas. Se han sugerido diferentes teorías para explicar la violencia de este tipo en personas que al principio de su relación se deseaban amor el uno al otro, pero resulta difícil descifrar qué es lo que hace que todo cambie y aparezca el maltrato. Lo más probable es que la acumulación de dolor y sufrimiento en uno o en los dos miembros haga que se minimice el amor que los ha unido y esto haga que se disparen los impulsos agresivos.
Con frecuencia se producen situaciones de agresividad de baja intensidad que persisten en el tiempo y que pueden ir facilitando la aparición del maltrato como respuesta defensiva o preventiva. Algunas reacciones inesperadas, bruscas y violentas podrían surgir de la acumulación de estas situaciones. No olvidemos que siempre que hay un conflicto hay al menos dos o más personas implicadas en él. En cada caso de conflicto es necesario estudiar bien las circunstancias que han provocado el maltrato, sin hacer generalizaciones, para poder encontrar sus causas.
Muchas personas al conocer la presencia de maltrato o agresividad en la pareja o en el trabajo tienen reacciones emocionales violentas, a veces muy intensas, hacia el agresor o hacia el agredido, porque se ponen del lado de uno de los dos, la mayor parte de las veces sin tener un conocimiento real y profundo del conflicto que lo sustenta, y con su actitud no se favorece la resolución del conflicto sino que tiende a agravarlo. Con frecuencia, esas personas reaccionan así porque guardan un dolor en su memoria consciente o inconsciente que ha surgido de su propia experiencia, de la de su familia, de su grupo social o de alguna ideología.
En cuanto al acoso sexual, suele ocurrir en entornos en los que las personas sienten algún poder extra sobre otras. Por eso se da con más frecuencia en el entorno laboral, como el binomio jefe-empleado o compañero-compañera y en la familia entre miembros con más rango y otros con menos, por ejemplo, padre-hija, madre-hijo, hermano-hermana, primos o suegro-nuera. Cada uno de estos casos requiere un estudio minucioso de las personalidades de los hombres y de las mujeres implicados en la agresión.
También existe el acoso y el maltrato hacia los hijos por parte de los padres, los tíos o los abuelos. Casi siempre esconden conflictos antiguos heredados que se proyectan sobre los más débiles. Sin embargo, es frecuente ver que cuando una persona ha sido maltratada en su infancia es más probable que acabe siendo un maltratador en su edad adulta, dejando ver que habitualmente el agresor ha sido víctima previamente en algún momento.
HÁBITOS PATOLÓGICOS
os buenos hábitos conducen a la buena salud y favorecen la convivencia entre los seres humanos. Pero, por razones extrañas, tenemos la tendencia a coger los malos hábitos, los que nos llevan a perder la salud y a generar conflictos.
Los humanos, igual que muchas otras especies, tenemos un reloj biológico y un instinto de vida y supervivencia, pero tenemos una gran capacidad de romperlo y adaptarnos a otros ritmos perjudiciales para la salud en la etapa de la adolescencia y la primera juventud, curiosamente la época en la que es más fácil que incorporemos a nuestro comportamiento una serie de hábitos patológicos.
El consumo de drogas es uno de ellos, no sólo las que se pueden adquirir legalmente, como el alcohol, el tabaco, el café, el cacao o la cola, sino también las que se adquieren en el mercado negro de forma ilegal, como la heroína, cocaína, marihuana, hachís, LSD, hongos alucinógenos, anfetaminas, etc.
Con frecuencia, la transición de una persona desde la adolescencia a la edad adulta activa la iniciación en el hábito de fumar tabaco y luego cuesta mucho esfuerzo abandonarlo. Pero, gracias la campaña de concienciación general y la prohibición del consumo de tabaco en muchos lugares, se ha conseguido una progresiva disminución de este mal hábito para la salud. Si el consumo continúa, las personas afectadas serán mas propensas a ser enfermos crónicos o a tener cáncer y enfermedades del corazón o de las arterias. El consumo de tabaco puede generar conflicto con las personas que no lo consumen al ponerlos en peligro y llenar humo y olor los espacios donde conviven.
Sin embargo, se ha potenciado de forma alarmante el consumo de alcohol entre los jóvenes, especialmente dentro de ese fenómeno de carácter festivo que se ha denominado botellón y que, fundamentalmente, consiste en que se juntan unos pocos, cientos o miles de jóvenes con el objetivo de consumir alcohol, charlar, bailar o simplemente reír en las calles. Es un fenómeno de inicio predominantemente urbano pero que se ha extendido también a ámbitos rurales.
La consecuencia más inmediata es que se empieza a beber muy joven y que se beben grandes cantidades de alcohol y muchas veces mezclando varios tipos o también con otras drogas. Es inevitable que si ese consumo continúa, los jóvenes que ahora lo practican y lo defienden serán, dentro de no muchos años, enfermos hepáticos o neurológicos. Es importante también la alteración en el comportamiento social, familiar y en la pareja, de las personas que beben con frecuencia cantidades importantes de alcohol. Habitualmente se vuelven más agresivos y conflictivos con sus parejas e hijos o pasivos en el trabajo, según las circunstancias.
Otras drogas pasan más desapercibidas en cuanto a su nivel de consumo y a sus efectos, como son el grupo de las cafeínas (café, té, colas y cacao), pero hacen que las personas estén más nerviosas, irritables y cansadas. Otras, como el cacao y en concreto el chocolate, quedan disimuladas dentro del grupo de los alimentos, haciendo que muchas personas desconozcan que toman o dan a sus hijos este tipo de drogas con sustancias adictivas.
Las drogas ilegales hacen que las personas que las consumen de forma habitual tengan que vivir situaciones de ilegalidad, marginalidad y de riesgo, además de que estas sustancias también pueden modificar su carácter, su personalidad y tener el riesgo de padecer enfermedades físicas o psicológicas. También pueden complicar su vida familiar, de pareja o laboral. Sin embargo, muchas personas que han consumido en alguna época de su vida alguna o varias de estas drogas, al abandonar su consumo pueden recuperar de nuevo la salud si ésta no se ha visto seriamente deteriorada.
Otros hábitos patológicos, como el cambio de horarios o el dormir poco, pueden ir cansando a la persona y haciéndola más débil a la hora de hacer frente a las enfermedades o a los retos de la vida. También favorece el que, al llevar horarios y vivencias diferentes, la pareja encuentre más dificultad para sincronizar las actividades comunes o con los hijos, lo que puede dar pie a nuevos conflictos.
El comer en exceso es un mal hábito muy extendido y es una de las epidemias de nuestras sociedades actuales. Las personas que lo hacen, generalmente están huyendo, a través de ese comportamiento, del sufrimiento y el estrés del día o de las frustraciones emocionales que viven a menudo. Y es un problema real para la salud ya que la obesidad importante o extrema a la que puede dar lugar es el origen de otras muchas enfermedades. Ante esta realidad, en algunos países se construyen asientos en aviones o en trenes para personas extremadamente obesas y ciertas tiendas se han especializado en ropa con tallas muy grandes, en un proceso de aceptación del problema en lugar de intentar resolverlo.
También algunos hobbies que practican ciertas personas pueden dar lugar a conflictos con otras. Pongamos aquí el ejemplo de alguien a quien le gusta tocar el piano o la trompeta y lo hace en su casa en un edificio de viviendas con vecinos que le escuchan malhumorados cómo ensaya cada día. Otro ejemplo podría ser la persona que practica habitualmente el bricolaje con maquinaria o martillos a horas inadecuadas o los que ponen la música muy alta o a altas horas de la mañana o aquellos a los que les gusta celebrar fiestas nocturnas con sus ruidosos amigos.
INTERESES CRUZADOS
Es muy probable que dentro de un grupo humano formado por varias personas surjan lo que llamamos intereses cruzados. Es decir, que una persona quiera hacer una cosa y otra una muy diferente o incompatible.
No hay más que pensar en la planificación de unas vacaciones de una familia formada por los padres y dos o tres hijos de diferentes edades. Los más pequeños desearán ir a la playa a jugar con la arena o las olas, pero los adolescentes puede que prefieran sitios más ruidosos y diversiones en la noche junto con otros adolescentes. Los que tengan un poco más de edad puede que planteen irse de vacaciones por su cuenta con su grupo de amigos o con su novio o novia. Los padres puede que estén más de acuerdo en el destino y las actividades, pero no será raro que lo que ella imagina o proyecta de cómo quiere que sean sus vacaciones difiera finalmente de lo que quiere él. Eso si no aparece el típico dilema de "montaña o playa".
Estas situaciones se dan muy frecuentemente dentro de las parejas y en las familias con hijos, pero también las vemos en otros grupos donde hay actividades cambiantes. Es el caso del grupo de amigos que quedan, como es habitual, a una hora de la tarde o noche pero sin un plan concreto y dejan a la improvisación lo que van a hacer ese día. Las chicas puede que estén más dispuestas a ir a bailar, charlar durante horas, ir a ver tiendas o ver una película con contenido romántico, pero los chicos, seguramente querrán hacer actividades más intensas, como ir a entrenar con su equipo, ir al gimnasio, meterse en una sala de juegos con coches y ordenadores o ver una película de acción. Al final tendrán que encontrar un punto en común o fraccionar el grupo según las apetencias, formando así otros grupos más pequeños dentro del grupo general de amigos.
Los intereses cruzados en las parejas pueden dar lugar a crisis que lleven finalmente a la rotura si no se encuentran las herramientas adecuadas para establecer una negociación o un turno de decisión.
OTROS
Hay muchos más factores que nos predisponen a vivir situaciones problemáticas o tensas, pero que sería necesario una exposición mucho más extensa. Se puede añadir aquí alguno más como la diferencia de valores entre las personas, la desmotivación personal o social, las injusticias o la simple malinterpretación de lo que vivimos o escuchamos y que puede llevarnos a situaciones de crisis.