Secuelas de un Aborto
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SECUELAS DE UN ABORTO O DE LA MUERTE TEMPRANA DE UN HIJO
Cuando una mujer se queda embarazada su organismo inicia en ella un proceso físico, mental y emocional que la cambia interna y externamente. Si durante el proceso del embarazo se produce una interrupción, tanto voluntaria como involuntaria, y pierde el hijo, la mujer tiene que hacer una adaptación a ese cambio en esos tres niveles. Habitualmente se genera en su interior un duelo, el dolor por la pérdida del hijo, incluso aunque la mujer no haya deseado ese embarazo, ya que este proceso biológico se inicia tanto si hay un proyecto consciente de embarazo como si no.
Si la mujer realiza un trabajo personal consciente para aceptar lo que ha ocurrido en su ser y lo integra en su proceso vital, el sufrimiento pasa más rápido y puede volver pronto a realizar sus actividades normales. Pero si no se produce esa aceptación, el dolor se archiva en el inconsciente como algo que no se ha resuelto y puede reaparecer de forma inesperada cuando surjan situaciones que lo activen.
En cualquier caso, siempre queda reflejada en su interior la huella de ese embarazo perdido, en mayor o menor intensidad, dejando constancia de ello en el histórico personal de cada mujer. Este fenómeno puede no afectar más a la vida de esa persona o seguir condicionándola en momentos futuros.
Si el hijo perdido ocupa el lugar 1, 3, 5…, ese dolor queda un poco más en el lado del compañero, pero si está en el lugar 2, 4, 6…, le afectará más a ella y la emoción de dolor tendrá más intensidad. Esto es especialmente así cuando la interrupción del embarazo ocurre en el lugar del segundo hijo y aún más si éste es del sexo femenino.
Secuelas de un aborto o de la muerte de un hijo en edad temprana.
Cuando una mujer queda afectada por el dolor de la pérdida de un hijo en la fase del embarazo o en la etapa de recién nacido y no consigue aceptar su impacto, su sistema emocional y mental van a quedar impactados llevando la atención, con bastante frecuencia, hacia esa vivencia de haber perdido a su hijo y esto puede afectar a la atención que dedica al resto de los hijos. Esto origina sensaciones de abandono, tensión y conflicto con ellos y puede activar la rivalidad entre los hermanos o la sensación de falta de afecto.
El proceso de aceptación y superación del dolor va a depender de la madurez de la mujer, del tiempo de contacto con el hijo y de la intensidad del vínculo establecido con él. Siempre resultará más difícil de aceptar una pérdida cuando el niño ya ha estado en sus brazos y le ha proyectado sus emociones que cuando ésta se produce durante la gestación. Y siempre será más duro de llevar si ocurre al final del embarazo que si se produce al principio.